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Retrato de Sherlock Holmes de Sidney Paget |
En el Londres del siglo XIX se desarrollan las aventuras de un personaje que siempre formará parte de la historia literaria mundial. Este personaje ficticio creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle, es un «detective asesor» en el Londres de finales del siglo XIX, que destaca por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles.
Es protagonista de una serie de 4 novelas y 56 relatos de ficción, que componen el «canon holmesiano», publicados en su mayoría por The Strand Magazine.
Sherlock Holmes es el arquetipo de investigador cerebral por excelencia e influyó en gran medida en la ficción detectivesca posterior a su aparición.
Pero ¿Quién se iba a imaginar que este personajes está íntimamente relacionado con la medicina?
En un artículo publicado por Fernando A. Navarro se mencionan seis médicos que influyeron de gran manera en la creación del detective inglés:
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Estatua de Sherlock Holmes en el Picardy Place en Edimburgo lugar de nacimiento de ConanDoyle |
I Arthur Conan Doyle - Oftalmólogo
El primero de ellos es, obviamente, su creador literario, Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930). Tras graduarse en medicina por la Universidad de Edimburgo (1881), Conan Doyle viajó como médico naval por los mares árticos y la costa africana occidental. Más tarde, ejerció como médico general en Portsmouth, estudió oftalmología en Viena, ejerció esta especialidad brevemente en Londres, y participó como médico militar en la campaña de Suráfrica.
Mientras ejercía aún la medicina, empezó a escribir novelas policíacas, y el éxito de su primer libro, A Study in Scarlet (1887), le indujo a abandonar por completo la actividad médica para entregarse a la literaria.
II Joseph Bell - Cirujano
Pocos saben que la personalidad y el método deductivo de Sherlock Holmes estaban inspirados en una figura real: Joseph Bell (1837-1911), afamado cirujano en la Royal Infirmary de Edimburgo y profesor de Arthur Conan Doyle cuando estudió medicina en la Universidad de Edimburgo.
Último de una conocida familia escocesa de cirujanos que habían ido transmitiendo la profesión de padres a hijos durante más de 140 años -entre ellos, por cierto, Charles Bell, que describió la parálisis de Bell-, Joseph Bell no era catedrático, sino algo así como el equivalente a lo que hoy llamaríamos “profesor asociado”. Durante su época de estudiante, Doyle trabajó junto a él como ayudante, y su personalidad le marcó para siempre. No sólo por su reconocida habilidad como cirujano, sino también, y sobre todo, por su ojo clínico y su habilidad para diagnosticar la enfermedad, la ocupación y el carácter de los pacientes. Para ello utilizaba un método deductivo basado en la observación y la valoración inteligente de los más mínimos detalles. Doyle se limitó a transferir los métodos deductivos de su ex profesor del ámbito del diagnóstico médico al de los misterios policíacos, y así nació el más famoso detective de la historia: Sherlock Holmes.
No es de extrañar, pues, que cuando en 1892 Conan Doyle publicó The adventures of Sherlock Holmes, una recopilación de 12 relatos cortos previamente aparecidos en la Strand Magazine, en la dedicatoria se leyera: “To my old teacher, Joseph Bell, MD”.
III Oliver Wendell Holmes - Internista
Conan Doyle se inspiró en un médico de carne y hueso para darle nombre a su personaje, pues le obsequió el apellido del gran internista y humanista estadounidense Oliver Wendell Holmes (1809-1894), uno de los escritores que Doyle más admiraba.
Licenciado en medicina por la Universidad de Harvard, Oliver Wendell Holmes estudió también en París. A continuación, ejerció la profesión durante diez años, hasta que en 1847 obtuvo la cátedra de anatomía y fisiología en la Facultad de Medicina de la prestigiosa Universidad de Harvard, de la que llegaría a ser decano.
Aunque realizó importantes contribuciones científicas a la medicina –en 1843, por ejemplo, llamó la atención sobre la contagiosidad de la fiebre puerperal–, alcanzó más fama como poeta y ensayista.
IV John H. Watson - Médico Militar
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Sherlock Holmes y el doctor John H. Watson
ilustración para el Strand Magazine (1893). |
Del mismo modo que el enjuto, soñador, idealista y aventurero don Quijote resulta inconcebible sin el contraste con el gordinflón, sencillo, práctico y bonachón de Sancho Panza, la figura del brillante detective Sherlock Holmes adquiere su máximo esplendor por contraste con la del sobrio cronista de sus aventuras, el doctor Watson. Desde un principio, Arthur Conan Doyle entendió perfectamente que su protagonista no podía narrar al lector sus propios éxitos, por lo que desde su primera aventura se encargó de ello nuestro colega John H. Watson.
Licenciado en medicina por la Universidad de Edimburgo y doctor en medicina por la Universidad de Londres, John H. Watson ejerció en calidad de oficial médico con las tropas británicas destacadas en Afganistán, donde recibió una herida que acabó bruscamente con su carrera castrense. Regresó entonces como inválido de guerra a Londres, donde conoció a Holmes en el laboratorio de anatomía patológica del hospital londinense de San Bartolomé, hacia 1881. A partir de entonces su devenir biográfico es ya bien conocido por cualquier aficionado a las aventuras del gran Sherlock: el doctor Watson compartió residencia con Holmes y se convirtió en compañero inseparable, ayudante y narrador de sus éxitos detectivescos.
V Sir Malcom Morris - Dermatólogo
Malcolm Morris (1847-1924) ejerció una influencia decisiva en dos momentos cruciales de la vida de Arthur Conan Doyle.
El primero de ellos fue en 1890, cuando Robert Koch anunció en Berlín el descubrimiento de un prometedor tratamiento para la tuberculosis, la tuberculina. Doyle, entonces médico rural en Southsea, decidió viajar hasta Berlín para conocer el descubrimiento de primera mano. En el largo viaje en tren a través del continente, coincidió con su compatriota Malcolm Morris.
Según podemos leer en la autobiografía del propio Arthur Conan Doyle (Memories and adventures, 1924), Morris lo convenció de que estaba perdiendo el tiempo como médico general en provincias, y que debería ir a Viena para especializarse en oftalmología y mudarse a Londres, donde, como especialista, podría llevar una vida desahogada y con tiempo libre suficiente para dedicarlo a sus afanes literarios. Tras esa conversación, Doyle regresó a Southsea convertido en otra persona. Y siguió al pie de la letra los consejos de Morris: estudió oftalmología en Viena y abrió consultorio en Londres como oculista, para cerrarlo poco después cuando sus éxitos literarios le permitieron vivir holgadamente de la escritura.
Menos conocido es el segundo consejo trascendental de Malcolm Morris, que aparece narrado en la autobiografía de su hijo Harold Spencer Morris (Back view, 1960). Según cuenta este, en cierta ocasión Arthur Conan Doyle preguntó a su padre si se le ocurría qué barrio de Londres podría ser adecuado para fijar la residencia de su criatura literaria, el detective Sherlock Holmes. Y el dermatólogo Morris le dijo que podría ser buena idea alojar a Holmes y al doctor Watson en el número 21 de la calle Baker, que había sido la residencia londinense de su abuelo John Morris.
Como todo buen aficionado holmesiano sabe, el domicilio de Sherlock Holmes en Londres quedó finalmente fijado para la posteridad en el número 221B de la calle Baker; posiblemente, porque en aquella época el nº 21 estaba habitado y Doyle decidió inventarse un inexistente número 221B.
VI Gregory House - Internista televisivo
Sherlock Holmes, una de las figuras literarias más populares de la narrativa europea del primer cuarto del siglo XX, es, con toda seguridad, el detective más famoso de la historia. No es de extrañar, pues, que en las obras policíacas posteriores encontremos infinidad de figuras inspiradas en él. Descendientes directos de Holmes en muchos aspectos son, por ejemplo, el padre Brown, Hércules Poirot, el anónimo agente de la Continental, Philip Marlowe o el teniente Colombo. Pero de entre todas las figuras neoholmesianas contemporáneas, la de fama más internacional en estos albores del tercer milenio es el genio médico, amargado, cínico, sociópata y cascarrabias de Gregory House.
El doctor House, capaz de razonar en una longitud de onda que no logra sintonizar el resto de los simples mortales, aplica al diagnóstico clínico el mismo método deductivo de Sherlock Holmes —que, no lo olvidemos, estaba a su vez inspirado en el método diagnóstico del doctor Joseph Bell—. Londres muta en un moderno hospital de Princeton, y los malvados criminales pasan a ser microbios patógenos y un ramillete de enfermedades raras —rarísimas, más bien—. Pero, al igual que para Holmes, gran parte del placer que experimenta Gregory House obedece no al diagnóstico en sí, sino al modo en que maltrata al paciente mientras humilla intelectualmente a un grupo de seudowatsonianos colegas.
Y las semejanzas no terminan ahí; para cualquier buen conocedor de la obra de Conan Doyle resultan evidentes los incontables guiños sherlockianos que los guionistas de House incorporan por doquier. La afición a la cocaína de Sherlock Holmes se convierte para House en adicción a Vicodin (asociación en dosis fijas de hidrocodona y paracetamol); el violín se transforma en guitarra eléctrica; Gregory House vive en un apartamento 221B (Holmes, en el número 221B de la calle Baker) y tiene un único amigo, el doctor James Wilson (esto es, J. W. por sus iniciales, exactamente igual que el único amigo de Holmes, el doctor John Watson).
Fuentes:
http://medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/tag/sherlock-holmes/
http://es.wikipedia.org/wiki/Sherlock_Holmes